INTRASCENDENCIAS
Rubén Sánchez
Una historia de amor
Érase una vez en América. En una ciudad de mediano tamaño de la costa Este, a medio camino entre Boston y Nueva York, una ciudad llamada Pennsylvania. Son las diez de la noche y hay sangre en la lona instalada en el centro de una antigua iglesia católica. Hay incluso una […]
INTRASCENDENCIAS
Rubén Sánchez
Una historia de amor
Érase una vez en América. En una ciudad de mediano tamaño de la costa Este, a medio camino entre Boston y Nueva York, una ciudad llamada Pennsylvania. Son las diez de la noche y hay sangre en la lona instalada en el centro de una antigua iglesia católica. Hay incluso una imagen de una Virgen en la pared más oscura. Bajo la luz cenital, un farol único lleno de polvo alumbra a dos figuras sudorosas y amoratadas que se fajan con dificultad. Cuatro bolas de cuero giran bajo la luz de tu ojo eléctrico, oh diosa de piedra. Uno de ellos sale (ha ganado el match, si eso os interesa, ¡aunque casi le cuesta dinero!) a la calle, al frío helador de la noche de invierno de la costa Este (hasta 25 bajo cero, ¡eso sí que es frío!) silbando, con las manos en los bolsillos (que no contienen nada más) y el ojo izquierdo, que se hincha a ojos vista, latiendo y doliendo de manera desaforada. Al día siguiente le espera una apretada agenda de personas que visitar de parte de su jefe, un usurero de barrio que tiene que mantener una reputación, e ir al gimnasio a practicar. Tiene tiempo de pasarse por la tienda de animales del barrio a por comida de tortugas y a saludar torpemente a la ayudante de la dueña de la tienda. Ella es apocada y tímida, se recoloca constantemente las gafas y evita hacer contacto visual. De manera casi casual comienzan a salir juntos y descubren poco a poco su afinidad. Él recibe la oportunidad de su vida: el campeón del mundo busca cómo dar un giro a su carrera y propone pelear con un boxeador federado cualquiera escogido al azar; nuestro protagonista es el elegido. Duda, pero acepta. Se reconcilia con su viejo entrenador, que lo ha visto todo en el boxeo y le entrena no para ganar, pero sí para darle algo en que pensar al campeón. La gente le reconoce por la calle y, por una vez, la vida le enseña algo más que su cara ruda. Nuestros protagonistas se casan. Finalmente, llega la gran noche. El campeón quiere terminar rápido. Sin embargo, el aspirante sorprende a todos y aguanta bien el primer asalto. Y el segundo, y el tercero. Finalmente, con ambos hombres exhaustos, finaliza la pelea. El campeón es declarado ganador a los puntos, para decepción de casi todo el mundo. A nuestro hombre no le importa, no está pensando en eso. Mira a su alrededor, no hace caso a quienes le felicitan por una fantástica pelea. Mira, mira, busca. Finalmente, la encuentra. Se va hacia ella y se abrazan. Música y fin.
La película recibió tres premios de
Por supuesto, esto es tan solo relevante a efectos ejemplificativos. Estas líneas no tratan sobre Stallone, ni siquiera sobre Rocky. Que las apariencias engañan no es tan sólo una frase hecha. Día a día nos encontramos con decenas de situaciones en las que si tan sólo nos parásemos a pensar no sé, ¿diez segundos?, nos daríamos cuenta de que desde el más mínimo detalle hasta lo más trascendente puede cambiar de aspecto simplemente al darle un par de vueltas. Si pensamos de vez en cuando lo que nos ocurre, podemos darnos cuenta de que aquello que veíamos claro no lo está, o de que aquello que no entendíamos se torna transparente. A veces no me entra en la cabeza cómo no pienso más a menudo. Y, si miro a mi alrededor, lo hago extensivo a mis semejantes. Un día tengo que comenzar a sacar este tema en las conversaciones de bar. Sí, sí, yo tampoco creo que me haga el tío más popular de la fiesta. Aparentemente.
Erreur de la base de données de WordPress : [Table 'dinoc.wp_comments' doesn't exist]
SELECT * FROM wp_comments WHERE comment_post_ID = '147' AND comment_approved = '1' ORDER BY comment_date
Contenu © MOVIDAS
Portail fièrement propulsé par WordPress
Administration
Articles (RSS)
Commentaires (RSS)
33 queries.
0.463 seconds.